martes, 5 de abril de 2011

Clenbuterol y obesidad

El Clembuterol no es un esteroide ni un anabolizante, sino un simpatomimético de los beta-2 y un estimulante del sistema nervioso central (SNC). Es un agonista específico que estimula los receptores adrenérgicos beta-2, utilizado frecuentemente como broncodilatador en el tratamiento del asma bronquial, bronquitis asmática y bronquitis espástica.

Su uso ha sido prohibido para uso humano y restringido su uso en animales en la mayoría de los países industrializados. Pero atletas como culturistas usan este fármaco por sus efectos termogénicos, fundamentando este uso del clembuterol en la creencia de que un aumento de medio grado en la temperatura produce un aumento de 5% en las calorías consumidas para el mantenimiento corporal.

Por otra parte, estudios realizados en ganado sugieren que el Clembuterol también posee propiedades anabólicas; sin embargo, esto no se aplica a los humanos, tal vez por no disponer de suficientes receptores beta-3, que aumentan la producción y sensibilidad a la insulina.

Dosificación para la pérdida de grasa

Según refieren los medios antes citados, la dosis para conseguir efectos es muy variable y es un factor que no depende del sexo ni del peso corporal; su uso habitual en ciclos de forma piramidal: empezando el primer día con una pastilla, el segundo con dos, el tercero con tres, y así hasta que aparezcan efectos secundarios insoportables.

Algunas personas piensan que un programa de dosis consiste en tomarlo dos días sí y dos días no, para permitir una regulación hacia arriba de los receptores beta adrenérgicos; otros sugieren que un ciclo de dos semanas sí, y una semana no sería mucho más eficaz. En todo caso los valores máximos de este fármaco en plasma se alcanzan entre 2 a 3 horas tras la ingesta por vía oral, y su vida media terminal es de 34 horas (Zimmer, 1976).

Para limitar los efectos secundarios graves, algunos usuarios recomiendan empezar con una dosis baja e irla aumentando de forma paulatina. Normalmente, se empezará por tomar un comprimido el primer día, tras lo cual se aumenta esta cantidad en un comprimido en los siguientes días. Según los niveles de tolerancia personales, se tomará una dosis de 140 mcg (7 comprimidos) el séptimo día, y este nivel deberá mantenerse durante la segunda semana. Sería inútil sobrepasar los siete u ocho comprimidos diarios, pues esto generaría una sobresaturación de los receptores. No es necesario disminuir la dosis gradualmente.

Luego de dos semanas de “descanso”, se reinicia la ingesta a partir de una concentración ligeramente menor ya que el usuario conoce su nivel de tolerancia. Por ejemplo, si una persona acaba su primer ciclo tomando 7 comprimidos, podrá recomenzar con una dosis algo menor, de 4 o 5 comprimidos, e incrementar la dosis gradualmente a partir de esta cantidad sin superar en ningún momento un máximo de 7 comprimidos por día.

No es necesario dividir la dosis durante el día debido a su larga vida media, muchas personas prefieren tomar la dosis completa por la mañana, mientras que otras la toman justo antes de acostarse para intentar evitar la mayor parte de los efectos secundarios mientras duermen. Algunos usuarios comentan que dividir la dosis puede reducir ligeramente los efectos secundarios, es un proceso de ensayo y error para averiguar cual método le conviene más personalmente.

La dosis suministrada en mujeres suele ser ligeramente inferior a la de hombres, con un máximo de 80-120 mcg, lo que representa de unos 4 a 6 comprimidos.

El cortisol y estrés

El cortisol es una hormona esteroidea del grupo de los glucocorticoides, del que es el máximo representante en el cuerpo humano y cuya función primordial es la de subir los niveles de glucosa en sangre (en oposición a la acción de la insulina), que el cuerpo humano produce en la corteza suprarrenal.

El cortisol es considerado como la hormona del estrés, ya que su producción se incrementa ante situaciones de emergencia para mejorar la respuesta del organismo al peligro.

Cuando el cerebro percibe peligro y/o estrés físico, mental o emocional, emite una orden por medio de la hormona hipofisiaria ACTH (encargada de regular la liberación de cortisol) a la corteza suprarrenal para que segrege cortisol a la sangre, hormona que facilita la liberación de grandes cantidades de glucosa al torrente sanguíneo para que los músculos cuenten con toda la energía posible para poder realizar los esfuerzos necesarios, de cara a superar dicha situación de alarma.

En esta situación se suspenden todas las funciones constructivas de renovación, regeneración y creación de tejidos, para pasar a un estado de emergencia en el que se destruyen tejidos para resolver el problema.

En condiciones normales, las situaciones de estrés son puntuales, y por eso cuando acaba el riesgo los niveles fisiológicos y hormonales vuelven a la normalidad.

Sin embargo, en los tiempos que vivimos, el estrés es nuestro fiel compañero de viaje y los niveles de cortisol en sangre crecen provocando ciertos desequilibrios en el organismo, ya que en su intento de asegurar un aporte constante de glucosa al cerebro, el cortisol tiene que sacrificar tejidos, ácidos grasos o incluso impidiendo que la glucosa llegue a otros tejidos.